




de Marius Von Mayenburg
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PARÁSITOS
Hasta donde llega la necesidad de la existencia del “Otro”
Esta podría haber sido una obra de vampiros en una zona costera. Y nadie afirma que no lo sea del todo. Un parásito es aquel organismo vivo que se nutre a expensas de otro ser vivo de distinta especie al que se suele llamar huésped. El huésped, generalmente, en relaciones patógenas, no tiene beneficio alguno de aquel estrecho vínculo, aunque existen, ocasionalmente, relaciones de mutualismo, dónde el beneficio es para ambos, o relaciones de comensalismo dónde el huésped no sufre daño alguno. Aquí, al parecer, estamos ante relaciones evidentemente patógenas. De todas formas, todo se nos presenta con tanta ambigüedad…que es difícil separar la paja del trigo.
“Parásitos” de Marius von Mayenburg es la nueva puesta en escena de Lucas Olmedo. Más allá del planteamiento de von Mayenburg, Olmedo revaloriza en escena el no defnifir quien necesita a quien, es decir, que dificulta la identidad del parásito, optando por volver a todos los personajes un ser dependiente del otro y transformarse a su vez el parásito del otro.
“Parásitos” es un juego, donde los personajes disputan contra ellos mismos en la soledad; lucha por un “otro” que les cuide y los haga ser lo que son; el problema, y ahí está muy bien jugado por todo el grupo de trabajo, que la puesta en escena no pone en evidencia quien es el parásito de quien; no hay una marca determinada de la necesidad del otro. Todos se necesitan porque así lo decidieron.
Mostrando ámbitos pesados, oscuros y fríos, “Parásitos” se desenvuelve en la producción de la narración oral, con ninguna intensión de agravar los hechos; el choque, la fricción y la tensión se producen en los encuentros de los personajes con la situación, con el silencio –que de hecho es una consecuencia-, con el otro.
“Parásitos” está los jueves a las 21:00 en Beckett Teatro, Guardia Vieja 3556, reservas al teléfono 4867-5185; mayor información en http://parasitosdebuenosaires.blogspot.com/
El título del espectáculo es bastante apropiado, “Parásitos,” y si bien hay algo Beckettiano en la obra, es de un dramaturgo alemán, Marius Von Mayenburg. Primera advertencia: si el espectador se encuentra en medio de una aguda crisis de pareja, convendría ver el espectáculo después de un buen descanso. Segunda advertencia: si Usted ha dejado el marido en casa mirando un partido de futbol, sería aconsejable volver sin tomar un café irlandés en el bar de la esquina.
Los espectadores se ubican en sus butacas,se apagan los teléfonos, se apagan las luces. Un hombre toca el piano eléctrico, espaldas al público, luego acciona su silla de ruedas y se dirige al público, tranquilo y simpático: dice que hoy es un día tranquilo. Es uno de los pocos minutos de calma en el espectáculo.
En todas las relaciones hay una violencia verbal turbulenta que salta a escena tan pronto se haya instalada la racionalidad. La energía escénica se acerca a veces a un nido de vampiros, o bien, de parásitos. Tanto los unos como los otros viven a expensas de algún ser vivo, el huésped.
El amor y la solidaridad son conceptos extraños para estos personajes, todos tienen relaciones patógenas, pero se mueven también en un mar de ambigüedades, de insinuaciones, de acusaciones, de amargura y de gran tensión dramática.
La historia podría haber sido absolutamente sin interés, pero Mayenburg sabiamente introduce ingredientes teatrales de gran efectividad. Cuatro jóvenes y un señor ya grande se alojan en una especie de pensión lúgubre en una ciudad balnearia. Beti cuida su novio, Ringo, víctima de un reciente accidente automovilístico que lo ha dejado paralítico. Cualquier comentario entre ellos es suficiente para inflamar una discusión encendida.
Pronto aparece Multscher, quien lo atropellara, atribulado, vagamente culposo, expresando intenciones de difícil comprensión. En el mismo espacio Beti recibe a su hermana menor, embarazada, hallada inconsciente a un costado de la autopista, y también Petrick, su novio.
El espectáculo propone un abordaje a las relaciones humanas de manera casi bélico. Es un desafío sumamente exigente para los actores. Sin embargo, las situaciones aparecen como espejos que reflejan fielmente la subyacente tensión entre todos los personajes. El público entiende una fuerte ironía en las rimbombantes quejas y explosiones emotivias de los personajes, y está bien ya que la obra de Multscher investiga la ironía y lo oscuro de las relaciones humanas sin dejarse llevar por nubes trágicas.
Gente que no
Según el diccionario, parásito es aquel organismo animal o vegetal que vive a costa de otro de distinta especie, alimentándose de él sin llegar a matarlo. Nunca mejor puesto el título de una obra. Una embarazada desquiciada y suicida no deja de hacer reclamos a su marido; un inválido resentido y malhumorado toma a su esposa como una sirvienta a tiempo completo. Parásitos que absorben la energía de quienes lo rodean dejándolos practicamente secos, con la vitalidad suficiente para seguir soportándolos. Pero la obra no se queda en esa visión parcial sino que también nos muestra que el organismo parasitado también necesita de esa situación y, neuróticamente, ayuda a mantenerla.
Parásitos es una propuesta muy cruel, sesgada por un humor corrosivo como un ácido que se arroja a la cara de la persona que teóricamente amamos. La obra nos muestra que no es necesario quererse (ni siquiera a uno mismo) para estar con alguien; basta que sea funcional a nuestra retorcida visión de la convivencia. De esta manera podemos escuchar como la esposa amenaza a su marido inválido con pincharle las gomas de la silla de ruedas o a un marido pidiéndole a su mujer (quien va a tirarse por la ventana) que aproveche que baja para sacar la basura.
Una obra que si no estuviera trabajada en tono de comedia negra sería un cañonazo en el alma porque las situaciones llegan a una crueldad extrema que nos muestra lo nefasta que puede ser una relación. Con buenas actuaciones, donde se destacan los papeles femenínos, la obra es una muy buena propuesta para que la disfruten aquellos que gozan del humor más negro y son capaces de reirse de la parte más oscura del ser humano.
Martín Fernández Tojo